«Y salió la lágrima tantas veces reprimida, tan tímida y escasa que se extinguió antes de llegar a la mejilla. Igual no habían otras manos para secarla y las mías extenuadas, casi inmóviles. Aquella pequeña e imperceptible fuga laceró la barrera que impedía que salieran a borbotones. Los lentes oscuros me protegían de las primeras miradas de transeúntes de la avenida. El autobús, aunque en dirección contraria a mi destino fue mi salida de rescate, de aquello que empezaba a pronosticarse como una situación embarazosa. Fueron apenas minutos que bastaron para empapar el pañuelo y la saya de lunares. Un suspiro de cierre después del cuál ni una gota más expiraba. ¿Mi barrera había regresado o ya no la necesitaba? Por primera vez en muchos días sentí que el aire pasaba por mis vías respiratorias libre de impurezas, la marcha era más liviana, recuperé el aliento y la capacidad prensil de mis dedos. De manera natural las pulsaciones se estabilizaron y volví a disfrutar, hacer consciente el ritmo acompasado del inhala y exhala; como si lo hiciera por primera vez en mi ya usada vida…»
¿Cuántas veces te has sentido en medio de una situación similar, en la cual te gana la necesidad de protegerte de lo que enseñas externamente, y por esa razón reprimes lo interno? Sobre todo, si se trata de una emoción negativa como la tristeza. Emoción que aprendimos a ocultar o disimilar desde pequeños. ¿Pero qué importancia tiene exteriorizar cuando nos sentimos así a través del llanto? La edición mensual de Hagamos una pausa dedica su artículo a este tema.
Detrás del llanto que provoca la tristeza hay todo un proceso cerebral que lo orquesta. Y lo que busca es que drenemos esa emoción, que encontremos apoyo y que volvamos a la tranquilidad. Al terminar de llorar, el cerebro libera endorfinas, uno de los neurotransmisores que más nos tranquilizan y que, al mismo tiempo, generan la sensación de beneplácito. El efecto es que nos sentimos menos estresados y con claridad para pensar mejor qué hacer ante aquello que nos entristeció.
Llorar influye en la actividad de las neurotrofinas (proteínas que benefician la supervivencia de las neuronas). Estas últimas fomentan la plasticidad neuronal, es decir, una propiedad del sistema nervioso gracias a la que se da el aprendizaje. El llanto nos ayuda a aprender de las experiencias que desencadenaron el sentimiento y nos hace más creativos para responder con conductas que favorezcan la adaptación en cualquier contexto.

Cumple otro papel funcional: encontrar apoyo. Las lágrimas que provocan la tristeza denotan indefensión y necesidad de ayuda. Es por ello que nos sentiremos en mejores condiciones de hacerle frente al dolor cuando contamos con esas redes de apoyo tan necesarias.
Cabe preguntarnos ¿por qué solemos ocultar una emoción tan humana? La respuesta está en toda la herencia cultural que arrastramos en la cuál enseñamos y a aprendemos a reír, pero no a llorar; o nos ocultamos para hacerlo. Como si este acto denotara incapacidad, verguenza o denigración.
¿Es entonces el llanto un problema o una solución? En primera instancia ni lo uno ni lo otro.
Sin embargo, puede convertirse en un problema cuando:
- Lo ocultamos, evitamos o reprimimos.
- Es excesivo o desproporcionado.
- Muy frecuente.
- Cuando se usa como un patrón para obtener algún beneficio o atención.
- Cuando pensamos que es una solución para nuestros problemas o conflictos, cuando en realidad es solo una expresión emocional y la solución debemos buscarla en la lógica, el entendimiento y basada en nuestras vivencias.
No obstante, si te has sentido identificada con algunas de estas situaciones, nuestro espacio online de ayuda psicológica profesional y gratuita está a tu disposición con solo un clic en el enlace siguiente.
Esta es muchas veces: la pausa que necesitamos.
«…Me retiré los lentes toda impoluta como quién no ha llorado en años, las pestañas húmedas y los ojos rojos me delataban, pero era tanta mi paz que daba igual. ¡Había acabado! Cuán necesario eres a veces, señor llanto, bendito desahogo. Otro autobús de regreso al punto inicial y de camino a casa. Cuando giré el llavín, otra persona dio el primer paso hacia la entrada llena de energías y vibrante. Era «YO».
-Acaso has estado llorando?- preguntó mi hermana.
-Sí lo he hecho- respondí orgullosamente feliz.»

4 Comentarios al Artículo:
«-He estado llorando- respondí orgullosamente».
Me encantó
Nos alegra saberlo
Muy útil
Cierto Reyna, gracias por su comentario
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