Miel para Ochún: ¿Cómo se vive la religión en Cuba?

Autor: Victoria Vázquez

¡Hola, Multicubano!

Quizás el título describa a la perfección la idea de este artículo (como debe ser y corresponde), y si entre los lectores se encuentran personas que no profesan ninguna fe, o que consideran inadecuado el  contenido, me disculpo sinceramente. Si redacto este artículo, es porque responde a una realidad muy cubana: nuestra manera propia de asumir la fe.

Haciendo un poco de investigación, encontré que no queda ni rastro de adoración hacia los dioses de nuestros ancestros aborígenes. Aunque sobrevivieron algunos asentamientos, sobre todo en el oriente de la isla, la religión fue extirpada de ellos, y se doblegaron al catolicismo de los conquistadores. Años después, algo de vudú llegaría a Oriente desde Haití, pero sin la fuerza para competir con otras religiones que ya se habían asentado en nuestros cañaverales.

Entre las tantas cosas que se han desprendido de ser un ajiaco multicultural, multinacional y multi cuanta cosa sea posible, se encuentra la facilidad con la que mezclamos rasgos o fragmentos de alguna religión con otra. Los estudiosos le llaman sincretismo, a esa fusión y asimilación de elementos diferentes.

Si podemos hablar de sincretismo religioso en Cuba, hay que hablar de las religiones de origen africano que, para sobrevivir, adoptaron fechas y costumbres de los católicos. Y, por supuesto, hasta los nombres cogieron su pedacito de mezcolanza. Así, la Virgen de Regla pasó a ser Yemayá, Santa Bárbara es Changó (no importa la diferencia de sexos), el Niño de Atocha es Elegguá, las Mercedes es Obbatalá (otra diferencia de sexo, aunque también hay Obbatalá mujer), la del Cobre es Ochún… y así hay concordancia para casi todas.

Pero, más que eso, lo que asombra es que la mezcla ha llegado a un punto de necesidad: para iniciarse en la religión yoruba, es requisito indispensable haber sido bautizado en una iglesia católica, y la coronación del santo lleva la coronación del espíritu guía, lo cual significa que hay que pasar por varias sesiones espirituales… Aprovecho para aclarar que el espiritismo no vino desde África, sino que llegó a Cuba desde los Estados Unidos. Más mezcla para nuestro ajiaco religioso.

Muchos practicantes de la santería se consideran, además, cristianos semi-fervientes. Es así que en septiembre las iglesias cubanas se abarrotan de un gentío variopinto: el día 7 van los fieles vestidos de azul, a celebrar a la Virgen de Regla-Yemayá. Y cantan los himnos católicos, mientras en su mente llevan impregnada la esencia yoruba y la fe en los milagros de la santa del mar, que exige permiso para cruzar sus aguas.

No es raro en Cuba ver a alguien en un río o a la orilla del mar, tocando el agua y hablando de sus problemas. Es parte de su fe

El 8 de septiembre es la culminación de lo sincrético. Ese día, de veneración a la Virgen del Cobre, Patrona de Cuba, hay procesión en cuanto pueblo se digne tener una iglesia. Los girasoles no faltan, así como los creyentes de amarillo, y los mismos que al amanecer encendieron dos velas y agitaron la campanilla, reciben la hostia en el altar. Para nosotros, los cubanos, eso no es traición, ni mucho menos herejía. Es, simplemente, nuestra forma de vivir la religión.

Un verdadero creyente, además, se cuida mucho de prometer algo a su deidad de preferencia, o de pedirle algo que, siempre, debe ser muy necesario e incapaz de conseguirlo por sus propios esfuerzos. En caso de pedir, algo de debe ofrecer a cambio; mientras más complicada sea la petición, mayor será el pago a ofrendar. No voy a tocar las conocidísimas promesas a San Lázaro, porque esas merecen un artículo independiente.

Vemos madres con bebés en brazos yendo a bautizarlos a la iglesia de la santa que “ayudó” con el embarazo. Otras llevan ramos de flores y encienden velas, o hacen caridad al entregar limosnas… Pero no todas las promesas se cumplen en las iglesias; recordemos que la dualidad nos acompaña, así que, perfectamente, puedes ver a alguien metido hasta la cintura en un río, hablando bajito y vertiendo miel desde un frasco hacia el agua. Así puede no solo pagar una promesa, sino hacerla.

Lo cierto es que nosotros tenemos una manera muy propia de experimentar la religiosidad, de mezclar la devoción, de unificar las fidelidades. Así es que, si un día ves a un cubano sentado en el malecón, mirando al horizonte, quizás esté buscando paz en la visión del océano, o quizás esté hablando con mamá Yemayá, de cosas que solo ellos conocen.

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