
¡Hola, Multicubano!
Empiezo con una pregunta, especialmente para los patones: ¿no les pasa que, ahora que los tiempos aconsejan no irnos de fiesta, y no podemos viajar a Cuba, extrañas hasta las fiestas familiares con la pista de baile improvisada?¿Será que el baile es parte de nosotros?
Si nos ponemos a pensar sobre el primer cubano que tiró un pasillo, tendríamos que hablar de los aborígenes. Pero lo más probable es que ese movimiento respondiera a un ritual establecido, más o menos rígido, y no a la “gozadera” que armamos los cubanos actuales. Además, eso de bailar al ritmo de un golpe seco no debía de tener mucha gracia.
Quizás estoy siendo prejuiciosa, y ya nuestros primeros habitantes tuvieran su sabor propio, al igual que hoy nos distingue a nosotros la forma de asumir el ritmo de cualquier música. Sí, porque si quieres ver a un dominicano ofendido, pon a sonar un merengue y empieza a bailar junto a él. De inmediato te dirá que lo que bailas no es merengue.
El baile del cubano
Supongo que va en nuestra identidad el hacer lo que nos parezca con los ritmos extranjeros. Y no es que queramos irrespetarlos, simplemente les ponemos nuestro sello, nuestro swing.
En el caso del mencionado merengue, los dominicanos lo bailan “cerrado”, con las caderas más apretadas que nosotros, y eso nos resulta rarísimo, porque es como bailar “amarrados”.
Para un cubano que se respete, el baile es expansión, libertad y frescura, así que eso de estar amarrado se lo dejamos a los abuelos que bailaban el danzón en un ladrillito.
Igualmente, hay quienes bailan nuestros ritmos a su propio estilo, y de esa forma han nacido más de diez formas de bailar la salsa, incluyendo un par que llevan acrobacias, y la “salsa de salón”, tan desabrida y estilizada que no merece llamarse salsa.
A nosotros, eso sí, no nos detiene el desconocimiento. Si oímos un ritmo desconocido, lo bailamos como nos dicta el cuerpo, pero con una alegría que hay que ver. Y si a alguien se le ocurre decirnos que eso no se baila así, cualquier cosa puede suceder. Qué sabrán ellos lo que es bailar.


¿Y nuestros bailes tradicionales?
Con mucha pena debemos admitir, sin embargo, que hay ritmos tradicionales cubanos que están en franca decadencia, como el danzón, el mambo y el chachachá. Otros se han logrado rescatar cuando estaban a la deriva, como el propio casino (aquellas noches de recreación…), que no es lo mismo que la salsa.
Dicen quienes saben, que en el casino se reúnen elementos de son, chachachá, contradanza, danza y rock and roll. Una vez más puedo afirmar que somos un ajiaco, en el que cada quien fue echando cuanto se le ocurrió, hasta obtener al cubano. La timidez la dejaron fuera.
El baile en la fiesta, o la fiesta en el baile
Y, si el baile se arma en una fiesta, o en una reunión de amigos (que es lo mismo), hay que estar bien atentos, porque ese estribillo de “¿quién apagó la luz?¿y mi mujer?¡se la llevaron” va a resultar muy cierto.
Claro, en estos casos no se arma la gorda, porque todo el mundo sabe que a las fiestas se va a bailar, y las parejas se divierten entre sí y con otros compañeros de baile.
Si una mujer, por ejemplo, tiene la desgracia de que su esposo sea el típico patón, no es probable que se quede toda la noche sentada. Siempre habrá un amigo que la saque a bailar con toda la soltura del mundo. Dándole una vuelta justo enfrente del marido, le dirá a este “mira lo que te pierdes”, muerto de la risa.
Claro, eso lo puede hacer solo un amigo, pues de lo contrario se arma la gorda, la flaca y hasta la “pelúa”.
Lo cierto es que el baile va en nuestra sangre: dictamos cátedra de salsa y casino, y nos atrevemos con todo lo demás.
Ahora imagina una noche en el malecón. Hay alguien con una guitarra tocando sones tradicionales… De pronto, alguien agarra de la mano a una japonesa que andaba desprevenida tomando fotos. El experto le da cuatro vueltas con todo el swing del mundo, y ella se deja llevar…
Es una clase gratis de baile, cubanía y sensualidad bajo el cielo estrellado y con olor a salitre, ¡solo en Cuba!
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