«¿Tienes un cigarrito ahí, rey del mundo?» Del picoteo al vicio

Autor: Victoria Vázquez

¡Hola, Multicubano!

Señores, muchas cosas buenas han pasado desde que se abrieron los aeropuertos de Cuba. Una de ellas es que se puede volver a sacar el mejor tabaco del mundo. Aclaro que no soy una fumadora, pero hay que reconocer que es uno de los mejores regalos para quien los disfrute. Además, para ser honestos, ¿quién no se ha llevado un cigarro a la boca?

 Ubiquémonos: secundaria, generalmente octavo o noveno, grupito de cinco o seis, en el que siempre había alguno más “aventurero”, hormonas al tope y deseos de mostrar nuestra madurez (jajajajajajaja)…¡siempre había que probar un cigarrito!

Y, para colmo, era uno de esos malos malísimos Populares, de  la caja a siete pesos. Creo recordar que sabían a ceniza caliente, y el humo me daba una tos infernal. Hice la prueba solo un par de veces, no lo resistí. Varios de mis “compañeros de juerga” se engancharon a los Populares mentolados que recién salían al mercado. Cayeron redondos ante un marketing fulminante.

Claro, fumar cigarros que se vendían en CUC era una forma de demostrar la superioridad económica de quien ostentaba la caja metida en el bolsillo de la blusa/camisa. Y, a esa edad, era muy gratificante que alguien te pidiera un cigarro. Años después, todos detestan a los “picadores” que nunca compran sus propios cigarros, sino que viven del dinero/cigarro ajeno.

Había que ver el alarde con el que más de uno se exhibía del otro lado de la cerca perimetral de la secundaria, expresando con su postura que, al estar del otro lado, ya los reproches de los profesores no los podían tocar. Y no faltaban, por supuesto, los “pegados” de politécnico que siempre rondaban a las muchachitas y trataban con condescendencia a los pobres niños de trece y catorce años, aspirantes a hombre, que se creían sus iguales solo porque compartían una cachada.

Yo crecí en una casa de fumadores, así que fui una fumadora pasiva durante toda mi infancia. Recuerdo con mucho desagrado el olor del cigarro que se pegaba en todas partes, y las antiguas cajas de Populares, blancas con el logo en azul. Quizás es por eso que siempre detesté la idea de fumar. Sin embargo, ya de adulta, supe que no todo el cigarro apesta. O, mejor dicho, no todo el tabaco apesta.

Fue en uno de mis trabajos, aún en Cuba, cuando tuve un jefe extranjero, adicto a los Cohiba Robustos. Con él aprendí que un “mocho de tabaco” puede quedarse toda la noche en una habitación cerrada sin que esta apeste a azufre. Pero hablo en particular del tabaco cubano, que es, sin lugar a dudas y sin chovinismo alguno, el mejor del mundo. Punto.

Las «niñas» llegaban a ser fumadoras más activas: tenían necesidad de doemostrar que eran «mujeres de verdad». Muchas se engancharon

Por más que se han esforzado, usando las mismas semillas e incluso transportando la tierra de Vuelta Abajo hacia otros países, nunca se ha logrado, fuera de esa área, un tabaco que se compare con el de Pinar. Hay como 40 marcas de tabaco cubano, y hasta se añejan. Dicen los que saben, que un puro añejado 6-8 años es pura gloria. Además, hay que saber manejarlos, guardarlos en humidificadores, etc. Es tanto un placer como una ciencia.

Pero en Cuba se fuma más cigarro que tabaco. En 2013, por ejemplo, el consumo per cápita de los cubanos de 15 años y más fue de 1405 cigarros. O sea, significa que cada cubano en ese rango consumió 3.8 cigarros por día. Eso es, más que mucho, ¡muchísimo! Si le metemos lápiz a cuánto representa en gastos, es para poner el grito en el cielo, sobre todo si no se conforman con el cigarro en moneda nacional (de cada 100 comprados, 20 fueron en CUC y 80 en CUP).

Puede leerse como si estuviera regañando, y quizás sea cierto. Pero, sobre todo, estoy sacando cuentas mentalmente: si yo tengo 34 años, y a los 14 varios de mis compañeros empezaron a fumar y no lograron desengancharse, llevan 20 años gastando a dos manos.

Eso sí, les deseo a todos que se sigan sintiendo el rey del mundo cada vez que se lleven uno a los labios. Si es así, quizás valga la pena, al menos para ellos.

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