¿Dónde encuentro un tinajón?¡En Camagüey, claro!

Autor: Alexandra Castillo

 ¡Hola Multicubano!

Sabes que decir mayo y aguacero es casi lo mismo. Hace unos días “se acabó el mundo”, hablo de que llovió a cántaros. De tanto ver caer el agua, pensé  en las personas que le han dado buen uso: almacenarla para después usarla para distintos fines. Y todo el mundo sabe que, si de almacenar agua se trata, no hay nada mejor que un tinajón. Claro que lo que aquí digo a muchos les puede sonar a sueño, pues no todo cubano es camagüeyano, y es más que difícil conseguir un tinajón fuera del área agramontina. De todas formas, dirán muchos, ya los tinajones no se usan para eso… vamos por partes.

Es verdad que los tinajones son típicos y representativos de Camagüey, pero no solo se encuentran allí. Más de uno vi en La Habana, bien presentado en un jardín o patio, vacío o sembrado de flores que caen en cascadas. Dicen que en El Cano, un barriecito periférico de la capital, se hace la mejor cerámica roja de Cuba. Eso incluye desde ladrillos hasta tinajones de distintos diámetros y tamaños.

Pero, si en El Cano hay esa posibilidad, ¿por qué el tinajón es de Camagüey? ¿a nadie se le ocurrió antes que en Occidente se podían producir? Esas preguntas quizás se queden sin respuestas, pues no conozco a nadie capaz de responderlas.

En La Habana, desde que se construyera la Zanja Real, ha habido al menos una vía para llevar agua hasta las casas. Lamentablemente, en Camagüey el alcantarillado era apenas un sueño, así que había que almacenarla cada vez que caía del cielo. Pero no bastaba con la lluvia: había que almacenar agua de los ríos.

Es justamente cuando entraron en acción los tinajones. Su forma les permitía almacenar el agua, además de moverlos con cierta libertad, cosa que los aljibes no. Poco a poco fueron ganando espacio, hasta que el número aumentó tanto que se dispuso que no se usaran más, a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Para esa época, ya había alcantarillado en la ciudad, así que los barrigones del patio podían ser relegados.

Sobre su llenado se podría escribir un libro. Todos sabemos que el agua potable no se puede guardar junto con la de lluvia, pues esta corrompe a la primera. Así, se instalaban sistemas de canaletas que llevaban agua de lluvia de los tejados a las bocas de unos tinajones, mientras que otros eran destinados para el agua de río, que llegaba en las carretas de los aguadores.

Observen el detalle de las canaletas cubiertas, para evitar la contaminación. Fuente: Orlando Durán Hernández-Adelante

Una casa en Camagüey podía tener entre uno y seis. Imagino que para los que tenían entre cinco y seis, eso debía ser el equivalente a tener hoy una cisterna. Es impresionante cómo lograron sacarle el mayor partido a los recursos que tenían disponibles. De hecho, el tamaño de algunos puede ser asombroso: se encontró uno en la Avenida de la Libertad, se supone data de 1711, que mide 1.63m de altura y 4.40m de ancho. Es muy triste saber que hay un tinajón más alto que yo, pero más triste es saber que no me rebasa mucho en anchura…

Por supuesto, nadie que tuviera sed a las 2 de la mañana iba a salir al patio con su vaso a cogerla del tinajón más cercano, para eso se tenían tinajas en la cocina. A la tinaja se le ponía dentro una piedra caliza para que purificara el agua. De haber conocido esta receta para un agua pura, muchos no se habrían gastado miles en un filtro plástico…Además, dicen que el agua de tinaja siempre se mantiene fresca, y eso sí lo puedo corroborar.

Tendría cerca de diez años, y ya habíamos recorrido varios museos bajo el sol abrasador de agosto, cuando mi tío nos dijo de ir a tomar agua en La Tinaja. Me pareció un espacio muy chiquito, lleno de fotos, y había un señor mayor que servía el agua muy amablemente. Años después supe que se llama La Casa del Agua. Según he sabido, aún presta ese vital servicio de ofrecer agua a los sedientos.

En la actualidad, el tinajón ya no sirve a su propósito original, sin embargo, goza de muy buena salud. Los vemos adornando parques y jardines, algunos vacíos y otros como macetas gigantescas. Lo cierto es que siguen vivos, y hasta miniaturizados para convertirse en souvenires. Creo que, aunque sea para matar las ganas, me voy a comprar un tinajoncito en mi próximo viaje a Cuba y dejar que el agua de lluvia caiga libremente…

¿Y tú? ¿Dónde fue la última vez que viste un tinajón? ¡Déjame tu comentario!

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