Mira la batea como se menea, como se menea lava en la batea…

Multicubano, hoy no vengo a hablarte del popular tema «La batea» del compositor Tony Taño, sino de la que me espera en la lavadora esta semana.

Apenas empezaba el lunes y me preguntaba ¿de dónde salió toda esa ropa?, que sí, que es mía y de mi marido y probablemente ya tenga hasta que sumarle las sábanas y toallas… ¡caballero, no es fácil!

No sé ustedes, pero en Cuba cuando tenía que lavar, para mí eso era un planazo. El día no se acababa y veía ropa que ni me acordaba haberme puesto, porque a todas estas yo no era como mi mamá que no se le acumulaba casi nada.

Blúmer que se quitaba, blúmer que lavaba al momento, y atrás llegaba una, que ponía la lavadora cuando quedaban dos o tres en la gaveta. Me decía a mí misma que de eso se salía todo junto.

Preparaba mi bulto, separaba colores, ponía la grabadora lo mismo con los discos viejos de Chayanne, que románticos, que del reguetón del momento, y acto seguido empezaba la primera tanda. Ya mientras estaba lavando hasta los trapos de cocina, las sábanas blancas estaban pa’ recogerse.

Sin dejar de mencionar que mínimo debía pasar la bayeta porque el patiñero se ponía bueno. Entonces aquí es cuando les confieso que el día que me empaté con una lavadora automática, me llegó el alma al cuerpo, son lo máximo. ¡Y ni hablar de las que te dejan la ropa hasta seca!

Toda esta historia se las hago porque justo ayer cuando llamé a mami, ella estaba en su faena y tiré para atrás el casete. Sin embargo, por más que le he explicado e insistido en que las automáticas son lo mejor, sigue prefiriendo la semi-automática y ni hablar de mi abuela que se casó con una de esas rusas desde que tengo uso de razón.