Cuando está a punto de concluir una nueva vuelta al sol, nos volvemos inventaristas de nuestras vivencias acumuladas en los últimos 365 días.
El pase de revista incluye proyectos cumplidos, cambios realizados, celebraciones, pérdidas, y también las experiencias negativas, que afloran en primera plana. Este inventario termina con una evaluación de un año próspero y positivo o de un mal año.
Pocas veces nos adentramos a realizar un análisis profundo, uno que vaya más allá de proyectos y se centre en aquello que llegó y alcanzamos, incluso sin habérnoslos propuesto. Eso que no era un plan, pero se hizo en el camino. El imprevisto que inicialmente nos generó tensión y terminó siendo nuestro mayor logro de la temporada.
La pausa de este mes dedica su espacio a ofrecer una visión diferente de nuestro reporte anual. Rompamos con lo tradicional y preestablecido. La invitación es a llegar al final del 2023 sin entenderlo como tal, sino como un proceso; y arribar al 2024 no solo con sueños, retos y esperanzas sino con autodeterminación y resiliencia.
Pues los seres humanos tendemos a dirigir nuestra atención y esfuerzos a las grandes metas, sin percatarnos que solo con pequeños bloques se construyen los rascacielos. Esperamos a sentir la satisfacción cuando la obra está inaugurada, pero parte del aprendizaje que debemos lograr al respecto, incluye disfrutar el proceso del bloque a bloque.
Un análisis profundo que no puede faltar al final de un año, debe incluir las ganancias y no me refiero a lo que logramos ahorrar o no, sino a cuanto nos ha enriquecido espiritualmente, cuanto hemos aprendido de nosotros mismos, cuanto hemos logrado superar con los propios afrontamientos y estrategias.
Y aquí pongo un resaltado, porque cuando evaluamos el período lo más sano no es tomar en cuenta lo que vivimos literalmente, sino más bien lo que nos hizo experimentar esa vivencia, junto a todo lo que aprendimos de ella, incluso siendo la más difícil de nuestras vidas.
Ese es precisamente el más gratificante de los inventarios, descubrirte analizando el mundo con espejuelos de aumento y no porque haya pasado un año más y nos falte visión, sino porque nos ayuda a agudizar la misma.
En el paso de 12 meses amamos con intensidad y nos desenamoramos, nos caemos y nos levantamos, perdemos y ganamos, retrocedemos y avanzamos. Esa dinámica es inevitable para todos.
Acá, el mensaje que nos debe quedar marcado es que como mismo es difícil subir el tobogán es divertido bajarlo, y solo por esa diversión volvemos a trepar. De la misma manera que debemos saber que no siempre a la vuelta de la esquina está aquello que tanto buscamos, en ocasiones se necesitan más pasos para llegar, y en otras comprender que en el camino a la meta pueden aparecer muchos obstáculos pero también muchos premios.
Terminar un año para la mayoría es como cerrar un ciclo, para otros es el motivo para armar una fiesta; para los niños en Cuba es ver arder el muñeco, para los ancianos una nueva oportunidad, para los jóvenes una esperanza.
Lo cierto es que evaluar un año no puede hacerse superficialmente, ni pasarse por alto, ni aportarse como un dato estadístico, un año se siente y se vive, no se cuantifica.
Hagamos una pausa, despidamos el 2023 como todos; con nuevas ideas y aspiraciones, pero sobre todo con el compromiso de seguir defendiendo desde este espacio el mejoramiento humano. ¡Te espero este 2024!
2 Comentarios al Artículo:
Los últimos 365 días
Feliz fin de año para esa gran familia de Multicubanos
El mensaje de no solo pedir prosperidad sino también aprendizaje y crecimiento
Dejar mi comentario