¡Hola multicubano!

¿Dónde están l@s fanáticos del chocolate? Espero cerquita de la pantalla listos para aprender un poquito más de esta “creación de los dioses” a propósito de su Día Mundial.

Mientras navegaba en Google en busca de chocolate y todo lo que pudiera encontrar sobre él, me crucé con leyendas, historias, orígenes y curiosidades que jamás habría imaginado detrás de este adorado sabor.

Es probable que también desconozcas sobre la leyenda que cuenta la aparición del cacao (principal ingrediente del chocolate), y del famoso pueblo de Hershey o pueblo del chocolate, que tuvimos por la zona de Santa Cruz del Norte (sí, en Cuba) siendo su fundador el dueño de la conocida marca norteamericana.

Pero, realmente ¿por qué gusta tanto el chocolate? 

Ya sea por su dulce sabor, por la calidez que infunde cuando se bebe caliente o por todas la asociaciones de placer con que se relaciona; hablar de él es hacerlo de adicción, enamoramiento, disfrute, pasión, satisfacción, excitación, apapacho y goce.

Es el manjar que va de lo nutritivo a lo dañino y, por tanto, prohibido. Según la creencia popular, comer chocolate puede provocar acné, obesidad, alergias, caries y, además, dependencia.

No obstante, este último punto es tema de discusión, pues mientras algunos afirman que su capacidad de causar euforia es innegable, otros estudios científicos demuestran que el ansia de comer chocolate es más un patrón social que una necesidad real; se tendrían que consumir 15 kilos diarios para tener en el organismo la cantidad necesaria de sustancias que podrían causar adicción.

Por otro lado, es totalmente real que contiene sustancias que producen ciertos efectos en el organismo como tranquilidad, felicidad y sedación.

Se trata del triptófano, un aminoácido que, después de ingerirse, va directamente al cerebro, donde propiciad la segregación de serotonina, un neurotransmisor que favorece el sueño y provoca un efecto calma y paz.

Además, posee feniletilamina, una  anfetamina natural que, cuando llega al cerebro, produce euforia y bienestar emocional. Por eso, cuando nos sentimos tristes o afligidos, muchos tenemos un deseo intenso de comerlo.