Una pausa para celebrar

Autor: Dra. Liz Cabañas

Estoy entrando en mi trimestre favorito del año porque como decía mi mamá: “tú eres nieta de tu abuela y llevas el alboroto en la sangre”… ¡Ah! pero  cuando comienza a sonar el palo y la lata ni ella misma se puede resistir.

Es que si lo analizamos bien; el gen no solo es familiar sino más bien un gen muy cubano. Sí, me refiero a ese que te hace disfrutar cada ‘motivito’ o ‘cumbancha’ como si fuera el último día de tu vida, lo que llamamos ‘cogerla en grande’.

Les voy a confesar que todo ese proceso bien pudiera haber sido algo así como mi segunda profesión. Cuando se me activa el modo planificación de eventos nadie juega con tanta serotonina, dopamina y cortisol. La mezcla perfecta de felicidad y un poquillo de estrés para garantizar que TODO QUEDE BIEN.

Pues sí, octubre arranca fuerte y Blog Multicuba toma la batuta. El equipo que trabaja día a día pensando en satisfacer las necesidades físicas y emocionales de la familia cubana, anda ‘alborotao’ para que su cumpleaños sea especial.

El sentido de pertenencia a este proyecto creado con tanto amor nos lleva a sentir lo que conocemos como el espíritu de la celebración. Luego continúa Halloween, cumpleaños por ahí de miembros importantes -incluído el de mi primogénito que me pone literalmente a correr-.

Y la cosa sigue hasta que llegamos a la magia de las festividades navideñas. Cubanísima así como soy -para que no sigan culpando a mi abuela- me es imposible llegar al último trimestre sin esa dosis que provocan en mí las fechas señaladas de motivación, energía, buena vibra y esperanza.

¡Espera! que voy por medio artículo y aún no hago la pausa del mes. ¿Cuál será el asunto? Pues es el espíritu fiestero del que hablaba, lo que de una perspectiva distinta. Nos detenemos para dedicarla al efecto psicológico positivo que provocan en las personas las celebraciones.

Los cumpleaños, las bodas, los aniversarios, los días de las madres y los padres, los 14 de febrero, las navidades, los fines de año; son momentos en los cuales más allá del cake y las velas, la cerveza, el puerco o la ausencia de todo eso; vivimos la emoción de sentir que somos importantes para otros, o de cuanto ellos lo son  para nosotros.

Las fiestas no comienzan el día del festejo, son todo un proceso que se vive desde que comenzamos a prepararlo todo. Muchas personas viven ese tiempo con mucha presión y una angustia casi patológica.

Yo en lo particular digo: si hago una fiesta es por y para disfrutarla desde que se elige el color de los globos hasta que el último se explota.

Una buena fiesta puede ser la mejor inyección de hormonas de la felicidad.

Es que la motivación que genera todo lo que experimentamos planeando una celebración, sin dudas tiene que ser mayor que el estrés que pueda provocar. Si no es así, algo estamos haciendo mal y hemos olvidado el principio de la palabra FIESTA.

Estas costumbres nos conectan con nuestras raíces, nuestra gente y nos recuerdan que somos parte de algo más grande, brindándonos un refugio emocional en el que podemos encontrar alegría, apoyo, y muchas veces hasta consuelo.

Un estudio realizado al respecto en la universidad de Michigan afirma que cantar en grupo durante las festividades estimula la producción de la famosa hormona de la felicidad de las que te hablaba.

Sucede también con dar y recibir regalos que potencia nuestro bienestar, a la vez que nos hace sentir más positivos y eleva nuestra autoestima. Mientras, ser invitad@, tomad@ en cuenta para una celebración nos hace sentir más seguros de nosotros mismos y nos gratifica.

Por otra parte, no son pocas las personas o familias que viven estos instantes con la sensación del Síndrome de la Silla Vacía, por la añoranza o la distancia de un ser querido. Multicuban@ que me lees, muchas veces no podemos modificar las circunstancias, pero sí como nos sentimos ante ellas.

Quizás la nostalgia no nos deje verlo con claridad, pero las personas que amamos están todo el tiempo entre nosotros, y si la razón es una celebración, hagamos que cuente lo que celebramos.

Otra recomendación; evitemos el Síndrome del Villancico que describe al estrés producido por el exceso de consumismo, la necesidad de perfeccionismo y la presión social a la hora de preparar una fiesta.

Y entre tantos síndromes, si vamos a tener alguno que sea el mío, sí, ese que también era el de mi abuela y mi ‘bisa‘ y hasta mi ‘tatara’. Ese que les contaba del palo, la lata y cogerla en grande; el cubanísimo Síndrome de la Fiesta.

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