“El almendrón verde”

Nos conocimos casi cuatro años atrás, misma escuela, misma residencia, misma carrera. Me caía mal como ya ni yo recuerdo. ¡Qué ingreído! ¡Manera de creerse cosa! ¡Payaso que es! y así sucesivamente me iba expresando de su persona. Pero, no podía estar más equivocada y es cierto eso de que las apariencias muchas veces engañan. Por cosas de la vida un día nos quedamos solos esperando la nota de una re. Aquella profe no aparecía y el tiempo se hacía eterno. Para no hacer el cuento más largo, hablamos por casi dos horas y la profesora jamas llegó. Como si el tiempo sobrara, cuarenta minutos después de estar en la parada, fue que hubo espacio para los dos en un almendrón. En ese punto ya nos habíamos dicho y contado muchas cosas, las suficientes como para que antes de bajarme me plantara un beso. Y nada, así empezó la historia de cómo me dejó de caer mal el padre de mis hijos y al día de hoy cada vez que vemos un almendrón verde, nos miramos y sentimos el mismo Déjà vu…