“Abriendo puertas”
Cuando las puertas se abren sin ser tocadas se siente como que somos bienvenidos y acogidos. La sensación es placentera y reafirmadora. Solo que a veces nos acostumbramos a esa marcha victoriosa de puertas abiertas de par en par, a entrar sin pedir permisos y olvidamos cómo tocar e incluso que en ocasiones es necesario tocar fuerte, abrirla de todas todas, empujarla o romperarla. Y olvidando todo eso también perdemos de vista que hay que entrar sí o sí, que no es una opción quedar fuera. Incluso cuando la casa es tuya, cuando la puerta es frágil nos perdemos en el camino. En esta vida de muchas puertas cerradas definitivamente hay que aprender a abrirlas.
